Donación

Estaba en un sueño, de eso no hay duda.

Una enorme boa-cocodrilo quiere comerme. Me quedo paralizado observándola mientras el bocado humano que acaba de engullir parece indigestársele. La verdad es que no quiero irme, y tengo miedo de que le ataque a mi perrita Indi que se encuentra a pocos metros de distancia.

Entonces, la maga interrumpe la escena, como si de un acto teatral se tratase a pesar de que yo lo sintiera como muy real, abroncándome por no utilizar mis poderes y tentándome a utilizar un anillo o pulsera para canalizarlos.

No le hago caso y huyo del lugar. A mi lado corre una gata negra con una raya blanca en el medio que, aunque racionalmente no la conozco, sé que comparte el espíritu de Indi. También me acompaña un hombre que me resulta familiar y que me insta a no creer en artilugios, recordándome que la verdadera magia reside en uno mismo. Mientras me lo explica, caemos en la cuenta de que la gata ha desaparecido y, nerviosos, nos ponemos a buscarla.

Breves instantes después que, sin embargo, parecen una eternidad, encontramos a la gata boca arriba y, sobre su barriga, un perro negro de tamaño medio que parece que le va a comer las entrañas reposa su hocico y cabeza. Le acompaña un perro lanudo blanco. Corro horrorizado para intentar salvarla apartando al animal con brusquedad de mi amiga y descubro que, en realidad, la pobre criatura no quiere darse un festín, sino que está aprovechando el calor que le ofrece el regazo de mi gatita para aliviar su maltrecha oreja mutilada y ensangrentada.
También descubro una herida abierta en el costado blanco de su lanudo compañero.

El hombre de aspecto familiar me insta a hacer algo y nos vamos corriendo hasta la clínica de una veterinaria cercana. Dejamos a los animales para que les curen y el hombre me cuenta que, durante diez años, su hijo estuvo ahorrando y que con el dinero que consiguió, pagó diversos tratamientos a varios animales.

Me despierto. Sé que algo no estoy haciendo del todo bien si a mi propio hijo no he sido capaz de inculcarle el valor de la generosidad y, en su lugar, solo compramos cromos.

Todos podemos cambiar.

Todos podemos mejorar.

Ghandi dijo una vez que el valor de una sociedad se reconoce en la manera en la que ésta trata a los animales. Nosotros creemos que pequeños gestos son los que al final acababan moviendo montañas y seguro que la Asociación protectora de animales Apasos de Vitoria-Gasteiz te agradece que les ayudes a cubrir gastos de veterinarios y tratamientos:

Kutxabank: ES83 2095 3160 16 1090421115
Santander: ES71 0049 4543 91 2310049471

Seguro que todos aquellos seres que ayudemos te lo agradecen.

Gracias por tu donativo.

(Texto e ilustraciones: Raúl Montero Gilete)